. La invitación llegó totalmente por sorpresa. La respuesta, en cambio, fue más que obvia. El SÍ no estaba en discusión, aunque hubiese que darle vueltas al “cómo»… Un retiro de escritoras y silencio en medio de la campiña húngara. ¿Cómo decir no a eso? Quiero ser escritora desde que tenía 8 años, y aquí estoy recibiendo una invitación como «escritora invitada»??? Me tiré de cabeza, con un SI inversamente proporcional a mi personalidad…
Por supuesto que luego vinieron las dudas: ¿Cómo hago? ¿Los chicos, la casa, marido, el trabajo, otras responsabilidades? ¿Cómo me lo financio? ¿Conseguiré vuelo? ¿En qué momento preparo todo el material para los talleres y sesiones, si apenas puedo con las cosas normales de cada día? ¿Realmente tengo algo para decir? ¿Y quién te crees que eres para coordinar un retiro de escritores? Cuando aparecieron los «gremlins» (como les llama Brené Brown) me di cuenta de que aquí se jugaba algo importante, algo de vida o muerte, algo directamente relacionado con mi verdadero yo y mi razón de estar en este mundo… Era dejar ganar a los gremlins o atreverse, y aceptar esta invitación de Janneke como la misma voz de Dios.
«Atreverse es perder el equilibrio momentáneamente. No atreverse es perderse uno mismo.» –Søren Kierkegaard. Aposté por atreverme, asumiendo el riesgo de la pérdida de equilibrio momentánea…
Contra todos los pronósticos, haciendo malabares para encajar la agenda (¡gracias a todos mis compañeros por ajustarse un poco para que yo pudiese viajar!), sacrificando tiempo de descanso, de pareja y de familia, y en medio de una reforma en casa (tema para otro post!) …

Sin duda lo de perder el equilibrio era en sentido literal y figurado! Pero me atreví y dije SI. DIJIMOS sí. Porque marido fue el primero en aceptar la invitación por mi al decirme decirme: “VAS, como sea. A esto vas. Después vemos cómo hacemos. Pero TIENES QUE IR. Trabajaré antes y después para recuperar, pero a esto vas…” No me canso de agradecer a Dios por darme al compañero de vida que necesito para crecer y desarrollarme.
Así que aquí estoy, haciendo maletas, con la casa patas arriba y media casa inutilizada por las obras… Con un pánico que no puedo explicar y esa adrenalina que te da mariposas en la panza… Sintiéndome totalmente incapacitada para hacer lo que me han pedido y a la vez no quepo en mí por la oportunidad de poder compartir lo que he ido aprendiendo desde que decidí tomarme en serio mi faceta como escritora. Estoy emocionada de poder dar lo que tengo y lo que soy para ayudar a otras a crecer, a escribir, a vivir vidas creativas como una forma de honrar y practicar la Buena Noticia, a integrar la espiritualidad en la vida cotidiana y en el hogar.
Y recibo esta bendición que me envía un amigo, y la tomo como una confirmación de lo que va a pasar a partir de mañana: «Que puedas saber que tu vida es un texto sagrado. Que Dios te guiará a leer tu historia de nuevo, para que puedas ver cómo lo santo habita en cada línea y respira en cada página.» –Jan Richardson
Y digo un AMEN gigante a estas palabras.
¡¡Hungría, allá voy!!
P.d: La foto de la derecha es de cuando me di cuenta de que quería ser escritora. El cuadro de la izquierda es de hace uno años atrás, de cuando después de un proceso me atreví a reclamar esa vocación que había sepultado o reprimido por dar lugar a otras voces que hablaron en contra de ella. Eso, también fue atreverse.