«¡Son los nenúfares de Monet!»- dijo mi hijo en cuanto vio las plantas en el estanque. Nuestro primer amanecer en una nueva casa (nuevo barrio y nueva ciudad) nos dio la oportunidad de volver a maravillarnos ante lo que nos rodea. Y es que a veces necesitamos que nos «sacudan» -como si durmiésemos un sueño profundo- para ser capaces de «abrir los ojos» y reconocer los regalos, los milagros de cada día.
Las mudanzas suelen ser así de movilizantes para mí. Me asusto y entusiasmo en iguales proporciones, como cuando me enfrento a la página/pantalla en blanco antes de escribir, con tantas posibilidades que a veces paralizan…
Después de amanecer por primera vez en casa nueva y de familiarizarnos con nuestro nuevo «nido», improvisamos un picnic para salir a explorar los alrededores. Salimos, con cesta en mano, dispuestos a encontrar un lugar donde comer al aire libre. Los dos pequeños estanques, tan cerca, fueron una sorpresa inesperada. Y los nenúfares, la fresa del postre. ¿Y cómo se le ocurrió acordarse de Monet? En ningún momento se me habría cruzado por la cabeza este pensamiento. Es más, había olvidado si era Monet, Renoir o Manet quien había pintado los nenúfares… En mi cabeza sólo había lugar para lista de pendientes, facturas a pagar, cuentas que cuadrar… Él volvió -como lo hace desde el día que llegó al mundo- a conectarme conmigo misma, con mi Creador, con lo verdaderamente importante y esencial en la vida. Aquel viernes, él fue mi maestro, y su frase quedó resonando en mi cabeza durante días, disparando millones de pensamientos y aprendizajes… A ver si soy capaz de plasmarlos algunos por aquí:
1) Creo que realmente no somos conscientes del impacto que producimos, de la huella que dejamos los adultos en los niños a medida que vamos educando y compartiendo la vida con ellos. Lo que hacemos y decimos mientras vamos «andando por el camino» hace mella en sus corazones. Nuestras palabras, gestos, actitudes, expresiones, valores van sembrando algo, seamos concientes o no. Mi hijo recordaba algo que habíamos leído y explorado juntos, algo que para él fue lo suficientemente importante como para retenerlo. Así seguramente con alguna palabra, con alguna mirada, o al inculcar algún hábito.
2) Me sentí dichosa de que mi niño conectara algo que observaba en la naturaleza con la obra de un gran artista… Pues el arte puede hablar al alma en un lenguaje que las palabras no pueden. Saber que a sus 8 años, el lenguaje del arte está hablando a su alma, me llenó de alegria y satisfacción. Quizás mi hijo entendió lo que Mary Oliver quiso decir cuando dio las «Instrucciones para vivir la vida»:
3) Me hizo pensar en Monet, y por qué durante más de veinticino años no cesó de pintar los nenúfares de su estanque. Pintó más de 250 cuadros de una misma imagen, en su obsesión por captar y plasmar la luz. Después de observar los nenúfares en el estanque, no me sorprende que hayan sido de tanta inspiración para él, pues – cuando mi hijo me hizo ese comentario y pude «abrir los ojos» ante lo que tenía delante, me han transmitido la misma serenidad, me inspiró delicadeza, me recordó la importancia de erradicar las prisas y las preocupaciones innecesarias.
Me hizo pensar en la maternidad también, y en las mudanzas, en el ejercicio de hacer una misma cosa muchas veces. Y al día siguiente volver a empezar. Hacer la comida, limpiar los platos, guardarlos, preparar la siguiente comida, volver a sacarlos… Otra vez se han ensuciado. Acabo de fregar el suelo y llegan las cajas de la mudanza, o entran los niños con los pies sucios de jugar en el jardín. Y vuelta a empezar… Alguien dice que la maternidad es santificadora; no podría estar más de acuerdo…¿Será que la vez 250 seré capaz de hacerlo OTRA VEZ de buena gana, con una sonrisa, sin protestar ni quejarme por dentro? ¿Será que alguna de las 250 veces mis hijos podrán ver algo de luz a través mío?
4) Pensé en mi OLW (one little word) para este año: Focus. Y en cómo mis hijos me daban una lección al respecto:
La vida es mucho más que cuentas que pagar, listas de tareas, casas que limpiar o fechas límite. Lo esencial es invisible a los ojos. Escoge bien. Escoge a vida. Respira…
Uff!! Tantas lecciones de un simple comentario.
5) Pensé en los niños y en la capacidad que tienen de enseñarnos.
Y recordé las palabras de Jesús:
«Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos.» (Mateo 18:3).
¡Cuánta razón! ¡Cuánto necesitamoso volvernosme como niña!!
«Le preguntaron a Jesús: —¿Oyes lo que dicen esos niños? —Sí —contestó Jesús—. ¿No han leído las Escrituras? Pues dicen: “A los niños y a los bebés les has enseñado a darte alabanza”. (Mateo 21:16)