El finde fue difícil, no os voy a engañar. Nada grave, la vida misma con sus desafíos que a veces me hacen sentir un poco desbordada (especialmente cuando marido está de viaje, cosa que ocurrió).
Total, que en medio del caos del finde (y después de alguna que otra lágrima derramada en arrepentimiento por algún que otro grito fuera de lugar) me llegó este video que compartí en seguida. Y me dejó pensando eso de los siete minutos de risa. La verdad es que hay días que no sé si llego a los siete minutos. A decir verdad, si miro para atrás, no sé si he reído cada día de la semana que pasó. Y me he dicho que esto tiene que cambiar. Que quiero instaurar una cultura de la risa en mi casa. Que si al principio tenemos que agendar «risa» en el calendario, o poner la alarma para pararnos y buscar motivos para reír, pues lo haremos. Hasta que no haga falta agendarlo. Hasta que reír sea un hábito tan natural como respirar o beber agua. Porque como dice el gran Charles Chaplin protagonizando la frase para esta semana: «Un día sin risa es un día desperdiciado.» Y no quiero desperdiciar mis días. Claro que juego con ventaja, pues mis niños son grandes maestros. Y es que los niños (no sólo los míos, creo!) no son capaces de pasar un día sin reir. Siempre encuentran algún motivo, por más gris que sea el día. Así que esta semana me propongo seguir aprendiendo de mis mejores maestros.
¡Os deseo una semana en la que no haya un día sin risa!
p.d.: como parte de mi «one little word» (a.k.a «olw») para este año (rise), deseo compartir cada lunes de este 2016 alguna frase u oración que pueda invitarte a reflexionar o pueda servirte de inspiración para comenzar la semana. La comparto desde el corazón, y desde lo que yo misma voy aprendiendo y creciendo.